miércoles, 16 de noviembre de 2011

No fue capricho, fue amor

Quien no recuerda su primer amor, aquél que nos hizo volar hasta lo más alto y aún asi sentíamos que se podía volar más…
Recuerdo  mi primer amor, su nombre era "chico y", tenía la voz gruesa y eso me encantaba, era menor que yo, pero parecía mayor, el típico chico de capital, seguro de sí mismo o tratando de aparentarlo. De todos modos la seguridad que irradiaba me encantaba y creo que eso fue lo primero que me atrajo, tenía rulos algo que en esa época de mi vida me fascinaba, sus ojos eran claros cejas pobladas y mirada profunda.
Pero por ese entonces su vida andaba media descarrilada y la mía llena de inseguridades, así que las cosas no acabaron como hubiese querido que acabaran, y terminé tomando actitudes que sólo hicieron que metiese las dos patas bien, pero bien al fondo, en fin bien dice  el refrán “hechando a perder se aprende”, y créanme cuando uno tiene 22 puede darse el lujo de cometer tropezón tras tropezón tenemos la juventud y la fuerza de nuestro lado. Ahora 6 años después agradezco toda esa tragedia de aquella época de mi vida, de verdad que de las experiencias se aprende mucho.
Creo que esa relación se transformó en mortificante y angustiosa, pero cuando una está enamorada quiere que las cosas funcionen sí o sí al menos el amor inmaduro es así.
Así que ahí estaba yo poniendo todo el empeño del mundo para que la relación siguiera adelante, creando señales que no existían y forzando sentimientos que carecían de solidez, y, como lo que no nace no crece las cosas terminaron del todo.
Recuerdo que fui la enamorada ingenua que se creía todos los cuentos habidos y por haber, aquella que centraba toda su atención en la otra persona, me gustaba hacer detalles sin importar si no los recibía. Recuerdo que en la última conversación racional que tuvimos libre de discusiones y resentimientos (antes de enterarme que me dejaba por otra), me miró fijamente a los ojos y me preguntó lo siguiente : No te entiendo "chica x", no soy cariñoso ni detallista y a veces sé que las mato, ¿Por qué me quieres tanto?, tal vez…(hizo un silencio), tal vez no es amor tal vez es sólo un capricho,  las cosas ya no van y no quieres aceptar eso.
Me quedé pensando en lo que decía sintiendo cada puñal de cada palabra, sintiendo un au profundo en mi corazón y luego de meditar un rato respondí: Te quiero por cómo me siento cuando estoy contigo, y por la seguridad que me das cuando la necesito, te quiero porqué si eres detallista sólo que no te das cuenta y me haces sentir especial con tan sólo mirarme.
Me escuchó pero no me vio a los ojos tal vez presintiendo que estaba a punto de llorar y no quiso presenciar mis lágrimas, después de un silencio sólo dijo lo siento…
Todo estaba dicho, en ese momento comprendí que era hora de dejarlo ir, le dije que me llamara un taxi. Nunca olvidaré esa noche, la tristeza que me embargaba era enorme sentía un hueco gigante en el corazón que me oprimía el pecho. Me paré y al momento de despedirme, le pregunté si podía darle un beso, el asintió, así que le di un beso en la frente, luego de lo cual lo abracé fuerte y le susurré al oído: “No fue capricho, fue amor”, el sólo asintió, me abrazó y luego me dijo: “cuídate mucho "chica x", cuídate mucho más ahora que ya no voy a estar”. Caminé hacia el taxi y al llegar tomé fuerzas para voltear y verlo ahí parado en la puerta observándome partir, levanté mi mano sonreí y le dije adiós, cuídate, subí al taxi y empecé a llorar…
Hoy seguiré afirmando que no fue capricho sino amor, pero fue un amor más inmaduro, más egoísta, más inocente, más inestable, basado en idealismos netamente utópicos, pero del cual aprendí muchas cosas. A veces recuerdo ese paraje de mi vida, algunas con cierta nostalgia por los tiempos de la inocencia, algunas riéndome por todas las metidas de pata y  las actitudes que tomé pensando “Dios, ¿Cómo pude hacer eso?”, al final todo queda en recuerdos y depende de con qué recuerdos quieras quedarte, un tiempo opté por los malos, atormentándome con circunstancias que ya habían pasado. Los recuerdos que tengo ahora son los buenos momentos, y vaya que fueron buenos…

martes, 15 de noviembre de 2011

Sobre los príncipes azules y las hadas madrinas

Cuando era niña me gustaba fantasear con los cuentos de Disney, curiosamente y aunque en el momento no lo entendiese, todos tenían la misma trama: La princesa (sea blanca nieves, Ariel más conocida como la sirenita, la cenicienta, la bella durmiente o la bella de la bella y la bestia) eran jovencitas con problemas que las agobiaban y les ocasionaban mucha tristeza y pesar. Pero, Oh maravilla!, de pronto conocían al príncipe azul que las sacaba de su vida llena de problemas y tragedias, príncipes que eran caballeros perfectos que las amaban y respetaban haciéndolas sentir especiales; en el caso de cenicienta fue el hada madrina quien la ayudó a encontrar la felicidad con su  príncipe azul.
Entonces una vez vencidos una serie de obstáculos basados en mentiras, chantajes, envidias, cizañas entre otros antivalores (no muy lejanos a la realidad en que una a veces se encuentra) resulta que su vida cambia para siempre y de pronto todo es color de rosa y llega aquella felicidad que durante mucho tiempo anduvo perdida, entonces llega el final feliz: La princesa se queda con el príncipe y son felices para siempre…fin de la historia. Una crece con estos cuentos cuya moraleja si nos ponemos a reflexionar es que no importa que problemas tengas en determinado momento siempre habrá un príncipe o hada madrina que te ayudará a salir de eso y entonces llegará tu verdadera felicidad.
No sé hasta qué punto es bueno creer en eso. Cuando las cosas van mal y con esto de mal me refiero a  cuando van jodidamente mal es bueno y hasta reconfortante soñar que llegara el chico indicado que te hará sentir especial y que te valorará como tal vez el último idiota no lo hizo, de algún modo esto genera esperanza (creo que es la palabra clave), a todos nos anima saber que habrá esperanza, que las cosas irán bien mañana. Pero resulta que todos somos humanos y por lo tanto somos imperfectos, hacemos cosas malas y cosas buenas, y algunas veces sin querer hacemos las buenas y otras sin querer las malas, por esa razón a veces lastimamos y otras somos los lastimados…Entonces nadie te asegura que la siguiente experiencia que tengas sea buena porque puede resultar ser igual o peor de desastrosa que la última, y puedes terminar llorando sola o por las calles (de ser algo más trágico) con el corazón roto una vez más en mil pedazos, sólo para darte cuenta que los príncipes azules no existen, que nadie vendrá a rescatarte de tus problemas porque las hadas madrinas solo existen en los cuentos de hadas, si tu no haces nada al respecto créeme nadie moverá un dedo por ti.
El amor es complicado así que la próxima vez que termines llorando porque un idiota no te valoró lo suficiente y te hizo sentir tan chiquitita como un dedo meñique, no te consueles pensando en el príncipe perfecto que te devolverá la confianza en ti misma y te ayudará a perderle miedo al amor porque eres tú quien sale del problema, eres tú quien recupera la confianza, eres tú quien vence al  miedo nadie lo hace por ti sólo que en determinado momento estuviste estancada filosofando sobre el origen del problema en vez de centrar tu atención en la solución del mismo.

Ahora, ¿Cómo encontrar la actitud para hacerle frente a la ausencia o muerte del amor¨?, pues una la aprende de las experiencias que vaya viviendo sobre todo en la juventud que no hay responsabilidades, no hay personas que dependan de nosotras y es más fácil darse el lujo de tomar ciertos riesgos, así que vive, cáete, mete la pata hasta el fondo y levántate aunque tal vez puede que termines otra vez en el piso, no importa porque de todas las caídas una aprende distintas formas de levantarse. Quien nunca se ha caído no sabe cómo pararse, y conforme uno crece las caídas son más grandes. Es más fácil superar la primera decepción amorosa a los 18 que superar  la primera decepción amorosa a los 35.
Podría terminar concluyendo que hasta el amor es algo de suerte, todo depende de estar ahí en el momento preciso y la circunstancia oportuna para conocer a la persona indicada para ti, por ejemplo, me entraron deseos de ejercitarme y decido meterme al gimnasio puede que la persona indicada para mí este en el gimnacio "X" pero yo decido inscribirme en el gimnasio "Y" ¿lo ven? ¡No lo voy a conocer! Y así puede que pase buen tiempo tomando decisiones que son tan simples y que me alejan del gran encuentro, por ello algunas personas encuentran al amor de su vida a los 25 y otras a los 50.
Por otro lado ten en cuenta que si te va mal en una relación la siguiente puede ser peor, es más hasta puede que seas tan desafortunada que pases por muchas relaciones dolorosas y tortuosas  antes de llegar a la indicada, eso sí todos tenemos una media naranja en eso sí creo, solo que unas la encuentran a los 20 otras a los 30 otras a los 40 y otras incluso mucho después sea en esta o en la siguiente vida….Ese, es el verdadero conzuelo…